¿Aguantas hasta convertirte en mariposa?
Mientras una oruga come de forma insaciable las hojas de una planta, no tiene consciencia de qué va a suceder en un futuro… Ejecuta, hace lo que debe hacer, porque es lo que toca en ese preciso instante. Y como no se plantea su realidad, pues sencillamente sigue haciendo lo que necesita y mejor sabe hacer: comer. Pero llega un momento en el que, de golpe, todo se transforma y se para a vez; de inquieta oruga a pétrea crisálida.
Mi oruguita preferida, Oriol, disfruta patinando y jugando con sus compañeros de hockey. Ya se mueve con soltura encima de los patines en línea, tras seis meses de práctica. Pero llegó el momento patinar hacia atrás y todo se complicó. Empezaron las dudas, el hacerse el remolón para ir al entrenamiento, las quejas…“Es que es muy difícil”. En su mente era como volver a ese punto cero, que ya había superado, en el que no conseguía rodar más de cinco metros sin ir al suelo. Caer, levantarse, caer, levantarse, caer, levantarse; y así hasta el infinito… Era como volver a una dramática cota cero, en la que ves la cima y la divisas entre fantasmagórica e inalcanzable…
Gracias a los ánimos y la paciencia de Ainoha, su entrenadora, y a la insistencia del pequeño, una tarde de final del pasado invierno desplegó sus alas y, con una sonrisa de oreja a oreja, empezó a volar, poco a poco, hacia atrás…
Con su ejemplo me pregunto cuántas veces en nuestra vida, por temor a la incertidumbre, a tenernos que esforzar y ver pocos progresos, tiramos la toalla y nos impedimos, a nosotros mismos, convertirnos en una majestuosa e increíble mariposa…
¿Te da pavor pasar por la fase de crisálida? ¿O tu motor interno te proyecta a cuando seas mariposa?
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