¿Es posible tan pequeños?

Siempre he preferido los JJOO de verano a los de invierno; aunque tampoco le hacía ascos a la versión blanca del acontecimiento deportivo más grande del planeta. De los de verano recuerdo sobre todo los de Atlanta 96, en los que con 20 años experimenté innumerables atracones televisivos en directo, hasta la madrugada, gracias al desfase horario entre EEUU y Europa. En cambio, mi menú para los deportes de invierno se centraba en el bobsleigh (me encantaban las salidas), el curling (me relajaba, como los programas de cocina) y el hockey hielo (sobre todo me enganchaban las dramáticas tandas de penalties).
Hablando con Miguel Angel, en las gradas -mientras Oriol se ejercitaba con los porteros el viernes pasado-, salió el tema de los penalties en la conversación. Me comentó que en categorías tan pequeñas nunca habían. Unas horas más tarde, durante el tercer periodo del partido, se materializó la rareza. Lo que había visto en diversas ocasiones, en la tele y desde una distancia emocional, lo viví en directo y con mi hijo bajo palos.
La reacción fue muy bonita, coreando todos los padres el nombre de Oriol, animándolo (mi hijo me confesó, tras el partido, que estaba tan pendiente de la pastilla que no se enteró de nada de lo que pasaba fuera de la pista). Y allí se quedaron solos: lanzador, árbitro y portero. Fue medio minuto muy emocionante, que encima acabó con Oriol rechazando el tiro con su guarda derecha. Aunque no había hielo, lo viví de forma muy intensa, como si fueran unos JJOO…
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