Tijera
Desde las totalmente simples y mundanas hasta las más sofisticadas y tecnológicas tijeras, este artilugio dispone de múltiples utilidades. Los niños las trinchan literalmente tras infinidad de manualidades; los médicos las usan para materializar los maravillosos trucos de magia que son las operaciones quirúrgicas. Puedes podar con ellas, hacerte la manicura, preparar alimentos para cocinar, o lanzarte al apasionante mundo del DIY con la ropa (dicho de forma más fina “corte y confección”). Incluso pueden llegar a comandar una venganza en cabeza ajena (en estas lides son unos expertos los futbolistas). En todas sus aplicaciones hay siempre un mismo patrón, un rasgo común, un hecho distintivo: el corte.
Siempre que pienso en el corte visualizo una tarjeta de débito, ultragastada -como si le hubiera pasado un tractor por encima, después de rebozarla en dos toneladas de arena-, que pide a gritos que le des la jubilación ya. Cojo la tijera, despedazo el plástico y a la basura. Y ya no hay más. Y sigo meditando y no entiendo como no le metieron la tijera a uno de los bochornos más grandes de la historia del pseudodeporte: el combate del siglo. Un acontecimiento que se asemejó más a la WWE que a una pelea de boxeo profesional. Por eso no me cabe en la cabeza que alguien pueda, ni tan solo, plantearse semejante secuela de farsa. En fin, como dice mi padre: “El mundo se acaba…”.
¿Todo tiene cabida en el mundo del deporte? ¿O hay que dar tijeretazo a según qué espectáculos?
Publicar un comentario