¿Te gusta hacer de portero?
Solo, una vez en mi vida, he jugado de portero en un partido oficial de fútbol. Fue un mísero cuarto de hora, pero que dio mucho de sí… Estaba en mi etapa juvenil en el Mercat Nou. Era el minuto 75 y ganábamos 0-1 en el campo del Alzamora. Nos pitaron un libre indirecto dentro del área y Héctor, nuestro portero, se volvió loco discutiendo su decisión al árbitro. Y nos quedamos con 10. Amate, el entrenador, empezó a gritar mi nombre. La ecuación era sencilla: el más alto y corpulento del equipo era el elegido. Mi estreno fue fulgurante. Nada más ponerme los guantes se sacó la falta e intentando sacar la pelota del área pequeña, el balón impactó en el culo de otro compañero y nos metimos el 1-1. Con el empate en el electrónico y pocos minutos por delante, el rival se lanzó en tromba a por la victoria. Pude resolver un par de córners como pude, hasta que llegó la jugada definitiva. El extremo izquierdo ganó en velocidad a nuestro lateral y venía en diagonal, directo hacía mí. Salí un poco para taparle hueco y me soltó un trallazo que entró por toda la escuadra. Aún hoy estoy aplaudiendo…
24 años más tarde se estrenó Oriol con los guantes, aunque en su caso la portería era mucho más pequeña e iba equipado con mucha más ropa encima… Se estrenó por obligación, como yo en su día. Hace tres semanas Carles nos informó que cada jueves iba a hacer un jugador de portero, para que cada niño probara las sensaciones. La idea es también, de paso, encontrar guardameta de hockey en línea para cuando se hagan mayores y el día de mañana compitan.
A Oriol ya le pareció muy divertido que lo vistiéramos entre Carles y yo, estirado en el suelo como si estuviera en un spa. Aparte de las guardas, llevaba un protector en el pecho y los brazos para amortiguar el impacto del puck si le tocaba. Pensé que se iba a agobiar mucho, ya que él es muy inquieto. Me sorprendió mucho la soltura con la que patinaba con todo aquel armatoste a cuestas. Pero lo mejor vino cuando le empezaron a tirar sus compañeros. Imaginaba que se iba a quedar estático moviendo solo el palo, porque la manopla le iba tan grande que no la podía abrir ni cerrar. Primero así lo hizo, pero después cogió confianza y empezó a tirarse al suelo para tapar la entrada del puck a su portería. Hubo un momento que me tronché. Esperando que viniera otro niño a tirarle sacudió con el stick ambos palos de la portería, parecía un portero intimidando a un rival en una tanda de penalties…
Le pregunté si se lo había pasado bien y me dijo que quería repetir otro día. Estoy contento; estuvo una hora como portero y se lo pasó en grande. No como yo, que sufrí un cuarto de hora como si hubiera sido una condena a perpetuidad…
¿Te entra el sudor frío al pensar en la portería? ¿O te van las nuevas experiencias?
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