Cosas que explicar, ahora que ya han pasado (8 de 10)
- ivanferrer
- A 06/06/2019
Los equipos se entrenan para ser lo más competitivos posibles. Ponen en práctica, durante los partidos, la infinidad de horas de entrenamiento acumuladas a lo largo de todo el año. Y unas veces ganan y otras pierden, sin término medio. No hay posibilidad que quedar regular, con un empate que deja el vaso medio lleno o medio vacío según el prisma desde el que se observa.
Pero la grandeza de los equipos no se mide en las victorias en finales o partidos importantes en sí. Aunque la victoria es un éxtasis colectivo, una explosión total de emoción y alegría, existe algo realmente épico detrás. Y ese elemento mágico e inolvidable es lo que haces con ella, cómo te comportas y surfeas sobre esa ola de emotividad.
En los últimos segundos, cuando ya noté la victoria con la punta de los dedos me fijé en el banquillo, levantado en bloque, como un grupo de galgos detrás de la línea esperando a que les abran las puertas para lanzarse desesperadamente sobre el conejo mecánico. El reloj se puso a cero y los trece se fundieron en uno solo abrazo azul, como era de esperar. Pero el mejor detalle, la grandeza enorme que identifica a este equipo vino cuando invitaron a la rueda de victoria, al círculo sagrado con el que cerraron su magnífica temporada, a su principal rival en la segunda fase de la temporada.
El Parets del Vallès, que acabó en una meritoria tercera plaza, ha sido el único equipo que nos ha derrotado en los últimos 26 partidos. Nos privó de la victoria en el torneo de Cambrils y evitó el pleno de victorias del Cornellà en liga. Se quedaron a ver la final y animaron como uno más.
Y la canción “Un dia de partit, a Rio vaig anar…” se convirtió en una compacta esfera azul y roja. Todos deberíamos aprender de momentos como éste. Compartir no tiene precio…
¿Eres egoísta celebrando tus logros? ¿O te gusta compartir tu alegría?
photo credit: _Hadock_ Autumn happyness via photopin (license)
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