¿Apelotonas?
La absurdidad, como el diablo, tiene manifestaciones y personalidades múltiples. Obviamente, la pandemia no es ajena a las tonterías. Tras cinco meses sin jugar, Oriol se enfundó la camiseta y se puso los patines para jugar un amistoso entre prebenjamines y benjamines del club, todos mezclados.
Ellos contentos por poder volver a jugar, nosotros con la única opción de ver el partido en la calle, desde una persiana de unos diez metros de ancho que se emplea para ventilar el pabellón cuando el calor asfixia. Lo surrealista radicaba en el aspecto de las gradas, vacías. Mientras tanto, padres, madres, tíos y abuelos se apelotonaban para poder ver algo, a través de las redes de protección del pabellón. Como sardinas en lata, pero en la calle; cuando podríamos haber estado ordenados dentro y con distancia de seguridad.
No sé quién es el lumbrera de semejante medida dentro del Ayuntamiento de Sant Joan Despí. Lo que está claro es que dudo seriamente que haya ido a ver deporte en directo en su vida o que se haya paseado por las instalaciones deportivas para ver qué pasa con la aplicación de sus medidas. O sinceramente aplica la lógica de “si no pasa dentro de mis instalaciones que se ocupen los agentes urbanos”. Absurdidad apelotonada…
¿Te tomas la molestia de comprobar qué provocas? ¿O tú regulas y el resto que se apañe?
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