¿Pasas del compromiso a la esclavitud?
A medida que se han ido sucediendo las décadas, hay aspectos en la humanidad en los que se ha avanzado claramente. Pero en otros, en cambio, la tecnología nos ha echo caminar hacia atrás como los cangrejos, y ha empobrecido algunas realidades de forma sobrada.
Cuando yo era pequeño nos daban, fotocopiado, el calendario de todo el año. Salvo suceso extremadamente excepcional, el horario que había facilitado cada club era en el que acababas jugando (tanto en casa como a domicilio). De esa rigidez y seriedad se ha pasado en la década de los 20 en un cachondeo galáctico. Todo ello agravado por internet, las apps y la facilidad de las comunicaciones entre clubes.
La temporada pasada, en la reunión que tuve con el entrenador de Anna, le recordé que mi hija tiene un hermano (que también practica deporte, hockey en línea) y que tiene una familia que dispone de una vida más allá del deporte. Entiendo que, cuando apuntas a tus hijos a competiciones federadas, como progenitor te comprometes, desde septiembre hasta junio, a asistir a los entrenamientos y partidos con regularidad.
Pero lo que creo que no debemos aguantar es la obligación de soportar una innumerable retahíla de cambios de horario (en las primeras diez jornadas de esta temporada, cinco modificaciones). Porque de lo contrario ya no te comprometes, sinó que te conviertes en un esclavo de la competición. Porque el deporte es parte de la vida; y no la vida es parte del deporte…
¿Te molestan los cambios de horario? ¿O las modificaciones constantes son parte del juego?
Imagen de KarinKarin en Pixabay
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