¿Las bicicletas son para el verano?

Después de acabarse la broma que ha supuesto el Mundial de Clubes y demostrarse, una vez más, que el fútbol masculino, en su tercer tiempo (todo lo contrario que el rugby) es una lucha encarnizada de penes, todo el protagonismo queda para el Tour de Francia. Tras una época marcada por la alargada sombra del dopaje y la gran mentira que fue la existencia de Lance Armstrong, ha vuelto el ciclismo en mayúsculas.
El equipo encargado de diseñar las etapas del Tour han hecho subir el nivel de una prueba que, antaño, quedaba circunscrita a etapas soporíferas en las que muchos días se disputaban al esprint y todo quedaba a expensas de la alta montaña. Es cierto que esta mejora se ha visto ayudada por una generación de ciclistas caníbales, que no se dejan prácticamente nada desde los primeros compases de la prueba para ganar etapas y dominar el maillot amarillo en todo momento.
Cada vez me aburre y deprime más el fútbol, a partes iguales, en todo lo que precede y sigue a los 90 minutos de un partido. Por eso he disfrutado como un enano de los 10 finales de etapa que he visto hasta ahora. Líderes y gregarios dándolo todo para llegar en las mejores condiciones a las etapas más empinadas, esprínteres que se dejan hasta la última gota de su alma para cruzar primeros la meta y ciclista que buscan con una escapada antológica llevarse la etapa y salvar los muebles del equipo en la ronda gala. Deporte y nada más…
¿Detestas el circo que hay alrededor del fútbol? ¿O te encanta todo lo relacionado con el pre y postpartido?
Imagen de wal_172619 en Pixabay
Publicar un comentario