¿Vaya locura? Cap. 3
Ya vuelvo a parecer una persona medianamente normal andando por la calle. Las agujetas recorren mis cuádriceps de forma suave. Nada que ver con el pasado lunes o martes, en los que parecía una extraña mezcla entre robocop, Chiquito de la Calzada y Pinocho. Bajar las 19 escaleras que hay para acceder a los vestuarios donde entrena mi hija a baloncesto fue toda una tortura. Anna me miró, extrañada, y me dijo: «pareces una vieja»… Aparte de mis andares robóticos, tuve una sensación de irrealidad que me duró domingo y lunes. Supongo que tras el esfuerzo y la falta de sueño, mis sentidos estuvieron desestabilizados por un largo espacio de tiempo.
Ahora todo vuelve a la normalidad y me planteo unas semanas de descanso, tanto mental como físico. Un reset o vaciado para volver a llenarme de ilusión con otra prueba, ¿otra locura? Pero antes de volver a empezar, es el momento de dar las gracias a todos los que os habéis interesado por mí y por las felicitaciones. Aunque especialmente hay dos personas sin las cuales esto no se hubiera materializado.
Alex, mi entrenador, el que prepara mis planes de sufrimiento, perdón, de entrenamiento (lo siento, el subconsciente me ha traicionado). Sobre las 4 de la madrugada, cuando ya empezaba a activar el modo piloto automático, crucé una carretera. Había un coche parada y empezaron a gritarme desde dentro. Eran Alex y Katerina, su novia. Habían venido desde Barcelona a verme y seguirme durante el último tramo de carrera -días después, por casualidad, me enteré que cogió un coche prestado para poder venir, ya que el suyo se le averió. Corrieron incluso conmigo unos minutos hasta dejarme en las faldas de la montaña de Montserrat y me esperaron en las últimas escaleras antes de meta. Alex, Sé que no estuve muy efusivo, pero me hizo mucha ilusión el detalle que tuvísteis conmigo tú y Katerina. Sé desde dónde empezamos, pero la verdad que no tengo ni idea de dónde acabaremos, y eso me gusta…
Y si me dieran un Oscar al mejor guión y tuviera solo 30 segundos, hablaría de Puri. No es mi media naranja, es mi naranja entera. La que siempre me anima cuando le anuncio un nuevo reto. La que me facilita los entrenamientos (la verdad que con los dos niños la gestión del tiempo se me hace un poco más complicada). La que me escribe emotivas cartas antes del gran día y usa la pizarra imantada de la nevera para motivarme. La que monta toda la logística para estar en la meta con los niños. La que me acompaña durante todo el camino… Infinitas gracias cariño.
Sin ellos dos, la foto que ilustra este post no hubiera si posible. GRACIAS
¿Agradeces a los que te han ayudado a conseguir tus metas? ¿O no hace falta, ya que casi todo depende de ti?
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