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Deportes y Comunicación | November 21, 2024

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¿Me odias a muerte?

¿Me odias a muerte?
ivanferrer

La mente funciona a chispazos. Una imagen, un nombre, un detalle que te lleva como un veloz hipervínculo a otro tiempo, a otro lugar, con otras personas. Vi un documental de baloncesto que giraba entorno a la controvertida figura de uno mejores jugadores universitarios de la historia en los EEUU. Capaz de concentrar de forma única el odio de todos y cada uno de los aficionados que no eran adoradores de Duke. Considerado el jugador más odioso de todos los tiempos: Christian Laettner.

Laettner me teletransportó al verano de 1992. Tras rellenar unos formularios y hacer una interminable cola en el Banco Banesto de la Plaza Catalunya de Barcelona, mi amigo Dani y yo conseguimos entradas para los juegos olímpicos. Compramos tickets para ver tenis, béisbol, waterpolo… y baloncesto. Con 16 años iba bastante tieso de dinero, pero si había que tirar la casa por la ventana lo teníamos que hacer para ver al Dream Team (aún guardo una foto de periódico de los 5 magníficos con los aros olímpicos: Magic, Jordan, Malone, Ewing y Barkley). Nos gastamos 2.500 pesetas -las entradas más caras-, pero teníamos por fin pase para ver a EEUU contra Angola. Partido de risa, pero era lo único que quedaba de la fase preliminar.

Y llegó el mítico 26 de julio. Entramos, emocionados, al Pabellón Olímpico de Badalona. Dani, Víctor y yo. Tres amigos del colegio, de toda la vida, que íbamos a ver al mejor equipo de baloncesto de todos los tiempos (entonces, y aún…). Y cuando llegamos a nuestras localidades llegó el superjarro de agua fría. Habíamos pagado las entradas más caras y ¡¡¡estábamos en el gallinero!!!. Nos negamos a ver el partido con prismáticos y bajamos a quejarnos a un especie de caseta de atención al cliente, fuera del pabellón. No nos pudieron explicar demasiado… vaya que se nos quitaron de encima. Estábamos tan indignados que nos fuimos directos a la boca de detrás de los banquillos, en el centro de la pista. Estábamos seguros que esas 2.500 pesetas nos daban derecho a tener vista privilegiada que nos sentamos en unos asientos vacíos, que había en la fila 5 ó 6. También estábamos convencidos de montar un pollo del quince si alguien se atrevía a sacarnos de allí. No sé si la casualidad jugó a nuestro favor, pero no vino nadie…

Disfrutamos del partido como enanos. Gasté un carrete entero con mi cámara analógica cutre; todas las fotos me salieron oscuras, solo se pueden intuir los jugadores… 116 – 48 fue el resultado final de una merienda, más que de un encuentro olímpico.  Yo tuve a Christian (el representante del baloncesto universitario en el equipo) a diez metros de mí, y no lo vi. Solo tenía ojos para Jordan, Magic, Barkley o Bird (tirado todo el rato en el suelo mientras estaba en el banquillo, por sus problemas de espalda)… Aunque seguro que millones de estadounidenses no lo miraron con los mismos ojos…

Por cierto, el documental «I hate Christian Laettner» es odioso… y cojonudo.

¿Centras toda tu energía en tu equipo? ¿O guardas una parte para hundir a tu villano favorito?

photo credit: Hate via photopin (license)

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