¿Por qué botín hiciste el ridículo?
La trampa va de la mano de la condición humana. Hay discusiones infinitas acerca de si la entidad del castigo es directamente proporcional a la disminución de la tasa de reincidencia o de aparición de nuevos impostores… El tramposo siempre busca su víctima perfecta, un incauto que caiga en sus redes y consiga ofrecerle, sin darse cuenta, lo que quería. Pero a veces la desesperación lleva a actuar de forma torpe y burda. En ese momento el tramposo, propulsado por la jugosa miel del premio, se pone en evidencia..
Julius Njogu tenía claro su objetivo: llegar entre los tres primeros de la Maratón de Nairobi para embolsarse un premio en metálico de 7.000 dólares. Lo consiguió, entrando en meta en segunda posición. El sprint final portentoso, que dejó tieso al que quedaría tercero, empezó a mosquear al personal. Y más teniendo en cuenta que el subcampeón llegó fresco como una rosa. El director de carrera, que siguió en todo momento al líder, no vió a Njogu a lo largo de los 42 kilómetros. Los jueces se arremolinaron ante él, pidiéndole explicaciones y tocándole para comprobar rastros de sudor y cansancio.
Al final el tramposo se quedó sin botín, camino de la comisaría, detenido por fraude… Quiso llevarse el esfuerzo de toda una maratón corriendo solo 1.000 metros. Y pasó, en pocos minutos, de correr un kilómetro de oro a llevarse el kilómetro más caro de su vida…
¿Cuál es la trampa más grande que has hecho por desesperación? ¿Vale la pena arriesgarse por conseguir tu objetivo?
photo credit: LLADRE – THIEF via photopin (license)
Publicar un comentario