• ivanferrer
• A 02/05/2017

Este país es cutre, salchichero. El respeto es importante seguirlo casi siempre, sobre todo cuando estás en terreno ajeno. Pero cuando te encuentras en tu corral se hacen las cosas como te sale de los huevos, porque estás en tu casa, es tu territorio.

Este fin de semana jugamos en el corral de La Salle Reus, contra el anfitrión, para disputar el tercer y cuarto puesto del torneo de baloncesto de Reus. En la fase de grupos ya nos habíamos enfrentado a ellas -caímos por un ajustado 32-36-, en un partido intenso y lleno de emoción. En este nuevo encuentro -que para empezar he de decir que cedimos con todo merecimiento, en el partido más flojo de los 5 partidos que jugamos durante el torneo (26 a 48); uno de esos días en los que no te sale nada y punto- apareció un nuevo entrenador que decidió que ese era su corral y se puso la chapa de sheriff para impartir justicia.

Aparte de una actitud muy fea, dirigiendo casi todo el partido dentro de la pista (hubo muchos momentos en los que se metió hasta 3 ó 4 metros), demostró una antideportividad total. Al inicio del último cuarto, ganando de mucho la Salle, perdió el partido ya que le expulsaron una jugadora por cinco faltas, por lo que tenía que romper la norma de cambios (ninguna jugadora podía disputar las 4 partes). Ni corto ni perezoso, con la aprobación del árbitro, decidió jugar con 4.

Patada en los huevos al fair-play y al respeto por el deporte limpio. Tras acabar, nuestras entrenadoras hablaron con la organización y les confirmaron la irregularidad (que comportaba la derrota por 2-0). Y ahí viene el giro inesperado y sorprendente de la película, ese que te deja helado y pensativo horas, incluso días después de salir de la sala del cine. Yo hubiera recurrido el resultado y me habría quedado con el tercer puesto (y de paso que el entrenador contrario tuviera que explicarles a sus jugadoras por qué habían perdido el partido si en realidad lo habían ganado). Pero nuestro equipo técnico decidió no recurrir el resultado ya que consideraron que las niñas de la Salle Reus no tenían la culpa de nada. Creo que nos dieron una lección a todos, porque nuestras entrenadoras son, sencillamente, buenas personas.

Ale chavalote, ya tienes tu tercer puesto, puntuable para la próxima Euroliga (seguro que si dan más puntos a los tramposos entras directo por invitación). Una medalla de bronce teñida de fritanga de salchicha (la misma que nos llevamos puesta del gallego/chino en el que comimos el sábado los padres) y bañada con mugre antideportiva. Sinceramente te lo digo, de forma impersonal (prefiero no saber ni tu nombre): me alegro que te encuentres a más de 100 kilómetros de mi casa y que no entrenes a ninguna de las ocho niñas que vinieron al torneo de Reus –ni a las cuatro que se quedaron en casa. Tal vez sepas mucho de baloncesto, pero en la materia de valores deberías ser, como mínimo, tripitidor. Tal vez no te hayas dado ni cuenta, pero tus jugadoras son un mero instrumento para conseguir lo único que te motiva en esta vida: ganar.

Me alegro profundamente, en cambio, de tener dos entrenadoras (Thais y Carlota) que ponen a sus jugadoras por encima de la competición. Mandan los valores, no el resultado. Soy fan de dos chicas que no les importa estar en un torneo de tres días aguantando a nuestras hijas mañana, tarde y noche, haciéndoselo pasar en grande y cuidándolas como si fueran sus hermanas pequeñas. Estoy orgulloso de que en su discurso incluyan palabras como “respeto” y que les pidan a sus jugadoras que se interesen por las contrarias cuando les hacen daño en un lance del juego (en vez de levantar el pulgar cuando le hacen una falta a una contrincante). Siempre, en todos los casos posibles, en cualquier combinación, es mejor un cuarto puesto que un tercero teñido de lo que más os apetezca, pero sin una pizca de deporte…

¿Te importa poco pisotear para ganar? ¿O es preferible perder siguiendo las normas?

photo credit: The National Guard New Jersey National Guard via photopin (license)