¿La industria es el nuevo mesías?
Con Oriol y sus 5 años he entrado en esa fase de rebeldía explosiva (en forma de lloro y rabia) cuando pregunta “qué hay de merendar” a la salida del cole. Su horizonte temporal, en un 90%, se debate entre qué está haciendo “ahora” y qué vamos a hacer “después”. Y en cuanto la respuesta es “fruta”, el ahora se torna oscuro y el después lo visualiza como el Armagedón. Al principio me descolocaba y dejaba mal cuerpo; a estas alturas, algo más entrenado, dejo que se agote su desencanto. Un desencanto que suele diluirse en un par de minutos. Y lo mejor de todo es que después se come la fruta con gusto. Cambiaría radicalmente la respuesta si le diera un huevo Kinder y una bolsa de patatas o un donut, como la mayoría de tardes se zampa uno de sus compañeros de colegio. Lo más triste del tema es que nos gastamos un dineral para publicitar basura alimenticia para los niños y después nos llevamos las manos a la cabeza con campañas contra la obesidad infantil.
La comunicación, hecho de lo que me avergüenzo profundamente, es la industria de las medias verdades, ocultando lo nefasto tras una capa de barniz artificial de bondades, cuando no directamente machaca a mentiras para que te las acabes creyendo.
Somos más inteligentes y sabios de lo que la publicidad nos quieres hacer creer; así que escuchad vuestro cuerpo y haced lo que os siente mejor. Si no acabaréis como un muñeco tonto al servicio de los anuncios de la industria alimentaria. Una industria que, al fin y al cabo, quiere sacar rendimiento a su actividad y ganar dinero con lo que nosotros les compramos, no quiere alimentarnos. Yo solo desayuno un café con leche por las mañanas y salgo de madrugada siempre a entrenar en ayunas. He escuchado de todo acerca de los dos temas. Tal vez es muy simple; pero me quedo con lo que a mí me funciona, y con eso me basta.
¿Haces caso absolutamente a todo lo que te dicen? ¿O haces un cóctel con lo que recibes y personalizas tu respuesta?
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