¿A partir de ahí ya no pasas?
El deporte es una actividad en la que pones a su servicio tu físico. De una manera u otra, todos los músculos trabajan para conseguir un determinado objetivo: marcar un gol o salvarlo, saltar una valla o un foso de arena, conectar un raquetazo ganador, conseguir la brazada óptima o realizar el ejercicio perfecto. Y en ese exigente viaje a lo desconocido -en el que no existe ningún guion escrito- te acompaña la mente, concentrada al 100% en lo que haces.
Cuando se materializa la fusión de cuerpo y mente, el mundo desaparece… El protagonista pasa a ser el juego, el momento de la ejecución de los diferentes movimientos. Toda la complejidad del planeta, absolutamente todo, queda reducido al partido o la competición en la que participas ahora mismo. Tensión, esfuerzo, sudor, las indicaciones de tu entrenador, el contrario… Incluso la grada se convierte en un elemento atenuado, como si estuviera a años luz de ti… En muchas ocasiones es todo tan absorbente que acabas agotado…
Y si el nivel de exigencia es máximo -desde casi cuando ni tan solo tenías uso de razón-, dices basta en el momento en el que otros se están planteando ponerse en serio… Y entonces lo más importante es vivir cosas simples y el deporte se despeña de la cúspide de la pirámide. Y si tu seguridad corre peligro, con todo el dolor del mundo, le das al freno de mano y te bajas del coche…
¿En qué momento el deporte deja de ser lo más importante? ¿O siempre está en el top 1, pase lo que pase?
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