¿Cambias naranja por rojo?
Mi blog se llama así por una doble razón: amo incondicionalmente al deporte y creo que la comunicación es básica en toda relación humana. El diálogo interno del deportista puede catapultarle hacia límites alcanzables solo en sus sueños o hundirle en la más absoluta miseria; tener claro el propósito que le impulsa a dar lo mejor en cada entrenamiento; conversaciones profundas con los más allegados sobre cuáles son los fantasmas que le acechan; pedir ayudar para mejorar o superar un bache físico o mental… todas estas situaciones y muchas más entran en el inmenso saco en el que convergen deporte y comunicación.
En un plano menos filosófico y profundo, se encuentran las informaciones tácticas, que tienen que ser dadas de forma precisa, clara y concisa (y después validar que todo el mundo las tiene claras). Porque cinco años de ciclo olímpico (alargado excepcionalmente por el coronavirus) no pueden depender de que no esté claro que esa plancha no estará el día de la prueba o que en realidad vas segunda cuando crees que no tienes nadie más delante.
Van der Poel, el gran favorito para ganar la prueba de ciclismo de montaña, se comió un salto, que le privó incluso de cruzar la línea de meta por el dolor causado tras la caída. Por su parte, Van Vleuten, en la disciplina de ciclismo en ruta, celebró el oro olímpico cuando su rival ya hacía más de un minuto que saboreaba su victoria. Dos errores de comunicación con consecuencias funestas, separados solo por un día y dentro de una misma delegación. La viva metáfora de cómo transitar, a la velocidad de la luz, del naranja neerlandés al rojo alarma…
¿Cuidas los pequeños detalles?
Imagen de Sarah Richter en Pixabay
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