¿Confeti para cada gol?
Hay deportes como el baloncesto o el balonmano, que no te dejan un respiro. Consigues tu objetivo (una canasta o un gol), pero rápidamente debes cambiar el chip, en cero coma, para que el contrario no te fulmine en un rápido contraataque. Por esta sencilla razón, se trata de deportes en los que la concentración global es muy importante y no puedes relajarte ni dar rienda suelta al jolgorio. Pero en disciplinas como el hockey en línea, tras pasar la pastilla la línea de gol, el tiempo se para y empieza un ritual de celebración.
En el equipo de mi hijo, hay varios compañeros que marcan en casi cada partido (Gala, Lluís, Jan, Álex, Armand). Se trata de un momento para mostrar una performance ensayada en casa -Lluís es un auténtico experto-, abrazarse con los compañeros en pista o chocar puños con todo el banquillo. Entre las virtudes de Oriol no está, precisamente, el poder ofensivo; así que cada vez que lo consigue es una fiesta.
Ayer aprovechó un rechace del portero contrario, en una jugada embarullada, para rematar el puck al fondo de la malla. Ni el casco logra esconder la enorme explosión de alegría que siente; se le hinchan los mofletes y le falta cara para contener una infinita sonrisa. Le dedicó el gol a su «Gala» (parecen Pili y Mili; siempre quieren salir a jugar juntos a la pista), que dijo Oriol que «hacía tiempo que lo estaba esperando».
¿Cada gol es una fiesta?
Publicar un comentario