¿Puede ser pura poesía?
Lo que nos deparó la etapa 11 del Tour de Francia podríamos elevarlo por encima de la categoría de magnífico. Los últimos 30 kilómetros, en los que Pogacar decidió someter a los aspirantes al maillot amarillo a los nueve círculos del infierno de Dante, fueron para no pestañear. El esloveno dinamitó el grupo de los elegidos y los lanzó al sufrimiento extremo. Los cuatro jinetes del apocalipsis (Roglic, Pogacar, Vingegaard y Evenepoel), sin ayuda de sus equipos, solos ante la carretera y el ritmo infernal de carrera que no cesaba.
Y cuando parecía que Pogacar podía rematarlo, Vingegaard se rehizo, se pegó de nuevo al líder de la carrera y disputó un impresionante sprint tras casi 5 horas de etapa y 211 kilómetros a sus espaldas. Fue una oda al ciclismo con héroes, villanos, superhombres, mala suerte, épica y emoción final.
Pero lo que te acaba enganchando al deporte, más allá de lo que pasa en directo, es la narrativa didáctica. La capacidad de explicar las interioridades del deporte, como lo demuestra la cadena estadounidense NBC con la realidad aumentada (llevando el conocimiento y el atractivo de lo que supone la preparación de un sprint para un equipo ciclista profesional a un nuevo nivel).
La emoción del deporte en vivo más las espectacularidad del storytelling unido a las nuevas tecnologías, explicado todo desde dentro. ¿Alguien da más?
¿Puedes explicar con la tecnología lo que el ojo no ve? ¿O el deporte en directo es inigualable?
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