¿Recibes regalos después de Navidad?
Dentro de la ajetreada agenda de Anna, en un año crítico como es el de segundo de bachillerato, se coló, casi por sorpresa, la Copa Colegial. Se trata de una competición que une las ilusiones de personas de una escuela o instituto para jugar juntas al baloncesto. Tras un par de entrenamientos juntas, llegó el gran día. El jueves pasado todo cristalizó en una curiosa jornada que superó mis expectativas.
El Jaume Salvador i Pedrol, instituto en el que estudia mi hija, envió un comunicado oficial para informar a toda la comunidad educativa del acontecimiento ya que, por primera vez, el centro participaba en esta competición. Cuando llegué a la pista de Sant Joan, la mitad de la grada estaba llena y rebosante de energía, con la participación unida de estudiantes y profesores y la presencia de bombo y bocina para dar energía al equipo local (tuvimos la suerte de jugar la eliminatoria, a partido único, en casa).
Animando estaban amigas de toda la vida de mi hija y compañeras de instituto (Leire, Paula y Candela a pie de pista), chicos que habían jugado con ella en el primer equipo mixto en el que jugó con 7 años (eran once niños más ella) y padres de compañeras de equipo de su actual equipo federado y, curiosamente, también de equipos en los que había jugado en el pasado. Compartió camiseta con Carbonell y Capilla (de su etapa en el Joventut Hospitalet) con Aurora y Olivia (juegan juntas ahora en el Femení Cornellà) e incluso con Beth y María Olarte (con las que coincidió en Sant Joan Despí, su primer equipo). Fue muy curioso y entrañable ver en pista hasta cuatro jugadoras juntas de su etapa de premini.
Fue una de esas tardes irrepetibles en las que se une la emoción de la primera vez con la energía de vivir algo irrepetible. Todo salió a pedir de boca, hasta incluso el resultado (pasando de ronda con un amplio 68-40). Anna se lo pasó en grande y yo lo viví como un regalo…
¿Te chocas con lo inesperado?
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