¿Era imposible que acabara así?

El término «paradoja» va de la mano de la palabra contradicción y está peleado con todo lo referente a la lógica. El rey de Europa y de la competición doméstica, el Real Madrid, empezó la temporada cumpliendo la tremenda ilusión de incorporar al mesías Mbappé (tras siete años de calabazas al sueño más húmedo de Florentino Pérez). A partir de ahí, la duda solo radicaba en quién iba a ser el segundo en todas y cada una de las competiciones que los blancos disputaran durante la contienda 2024/25.
La pléyade de estrellas era casi cegadora; con Mbappé, Bellingham y Vinícius Jr. a la cabeza. La situación empezó a enrarecerse con la pérdida del Balón de Oro, que el brasileño creía que le pertenecía, añadida a la bochornosa espantada del Real Madrid.
Lo que parecía que iba a ser un simple paseo militar, se torció como una palmera en medio de una tormenta tropical hasta ir al suelo. En paralelo a la glamorusa y fastuosa máquina merengue, apareció, entre risas y mofas, un grupo de estudiantes de secundaria, más propio de las series Salvados por la campana o Física o química. Esa panda de imberbes, con Lamine Yamal a la cabeza, le robó la Liga, Copa y Supercopa al Real Madrid, endiñándoles 16 goles en cuatro partidos.
Y en Champions, la justicia poética hizo el resto, coronando de forma espectacular al PSG, como monarca continental, tras 54 años de historia. Luis Enrique materializó su profecía, demostrando que el problema era Mbappé; vaya paradoja…
¿Tener al mejor te asegura irremediablemente la victoria? ¿O el equipo vale más que una gran individualidad?
Imagen de WaveGenerics en Pixabay
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