¿25 años no lo han conseguido borrar?
Eric Moussambani, aprovechando que la federación de natación de Guinea Ecuatorial acababa de crearse, se afilió a ella, con 22 años, para sumergirse en nuevas experiencias. Esa inocente inscripción, de un novato que apenas sabía flotar en un río o en la playa, supuso el viaje alucinante de un nadador inexperto que se enfrentaba, por primera vez, a una piscina olímpica de 50 metros (la superficie más grande que había visto, en un hotel en su país, era de unos 13 metros de largo) en todo unos JJOO.
Su preparación, extremadamente deficitaria, consistió en que los domingos, un pescador le enseñaba cómo mover los pies y los brazos. Esa fue su única ayuda en el camino hacia la preparación para llegar, en tres meses, a Sídney. Una vez en tierras australianas, se dedicó a observar al resto de nadadores, en las sesiones de entrenamiento previas a la prueba, para aprender e imitar sus movimientos.
Solo tenía unas bermudas como atuendo así que, un entrenador sudafricano se apiadó de él y, quince minutos antes de salir, le dejó todo el equipamiento para no ser descalificado. Tras completar los dos largos, de forma epopéyica, se erigió como el protagonista de la peor marca olímpica en los 100 metros libres de toda la historia de los JJOO. Lo que no sabía es que se había convertido, de forma inesperada, en un atleta conocidísimo. Prueba de ello es que la delegación francesa en pleno le quiso conocer en persona en el comedor tras la carrera y que al llegar a casa fue agasajado como un héroe por su familia y amigos.
Su única participación como deportista fue espectacular (volvió a París, pero lo vivió desde la barrera). Actualmente, es miembro federación de natación en su país, captando talento joven y vive en el anonimato, aunque su leyenda sigue viva un cuarto de siglo después…
¿Solo te acuerdas de las grandes hazañas? ¿O te atrapan también las historias pequeñas?
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

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