Extra time
Ante un partido especial, el 95% de los jugadores se ponen nerviosos. Unos lo llevan en silencio, otros lo exteriorizan siendo un auténtico manojo de nervios. Por mucho que no quieras, las mariposas en el estómago te presionan como si te quisieran elevar del suelo y hacerte levitar. Oriol no fue una excepción. Llegaba el momento cumbre de la temporada, tras 18 partidos de liga regular. Les esperaba a él y sus diez compañeros la apasionante, incierta, emocionante y cruel fase del do or die.
En el vestuario le dije que estaba muy orgulloso de él y que disfrutara de la experiencia. También le quise resaltar que era muy afortunado de jugar su segunda final a cuatro, con tan solo 10 años. Tras un abrazo (los besos quedan muy artificiales con el niño ataviado con el casco), llegó el momento de que empezara la función. Desde el primer segundo en pista, el guion fue inmejorable, de premio. Sin giros argumentales inesperados, el cierre fue el clásico de una fiesta hawaiana, enmarcado con espectaculares fuegos artificiales.
Desgraciadamente, su madre no pudo acompañarnos, por temas laborales. La obsesión de Oriol era que pudiera verlo en la retransmisión por streaming. Desde que llegamos al pabellón para disputar la final, me preguntó, hasta cuatro veces, si le habíamos pasado el link del partido (una de ellas, justo antes de saltar a pista para la presentación). Desde la distancia, Puri acompañó a los pequeños Jokers en su viaje más importante esta temporada. Espero que la próxima gran ocasión la podamos ver toda la familia junta, atacados de los nervios en la grada…
¿Con qué interioridades te quedas en las grandes ocasiones?
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