2º Extra time

Hasta en tres ocasiones tuve la oportunidad de jugar una final. La primera fue con 14 años, jugando a baloncesto con el equipo del colegio, los Salesianos de Málaga. Recuerdo la explosión de alegría tras ganar de 4 puntos, en las semifinales, al San José de Calasanz. Chillamos, nos abrazamos y corrimos enloquecidos a lo largo y ancho de la pista. Un fatídico 1+1 en la final nos privó de la victoria y nos destinó a la derrota en la prórroga frente al Doctor Fleming. Las otras dos veces fue ya de adulto, en dos promociones de ascenso a segunda regional perdidas, con la Unió Esportiva Cèltic.
En la primera de ellas me llevé una botella de cava para rociarnos si ganábamos en el vestuario, pero se quedó en la mochila… De una forma u otra, imaginas, proyectas hacia un futuro feliz la final soñada, en la que sales victorioso y rebosas de júbilo. Y aunque yo no era consciente, Oriol lo había pensado también…
A mi hijo, el fin de semana anterior a la final a cuatro, se le rompió la cinta que sujeta el casco al cuello. Le hice un apaño con precinto para que le quedara fijado y no le molestara. Cuando acabó la semifinal procedí a cortarle el remiendo con unas tijeras. Oriol me pidió que se lo pusiera para la final de otra manera. Extrañado le dije: «¿Para qué lo quieres diferente si te ha ido bien y no te ha molestado?». Casi sin dejarme acabar contestó: «Si ganamos no me podré quitar el casco y tirarlo…»
Mensaje recibido; alto y claro. Improvisé un ojal para que solo tuviera que tirar de la cinta, sin apenas esfuerzo. Todo salió a pedir de boca y cumplió su ensoñación; menos mal que no acabó como mi cava, en el fondo de la mochila…
¿Cómo te gustaría celebrar una gran victoria?
Imagen de intographics en Pixabay
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