¿Tus padres pueden arruinarte? (La precuela)
Desde niño tengo un sueño que me persigue. Más bien una pesadilla. Siempre relacionada con mi gran pasión, el deporte. Y centrada en una cualidad mía inherente a él: el compromiso. Ese compromiso es un arma que a veces, con dosis de desmesura, se puede girar en mi contra… Bueno, volvamos, al sueño. Cuando jugaba al fútbol aparecía, sin razón alguna, andando cerca del campo donde yo jugaba. Era domingo. No llevaba ni bolsa ni botas. Y en cuanto veía el terreno de juego, ¡¡¡horror!!! Estaba todo mi equipo jugando. Vaya angustia y vaya vergüenza. Todo ello se mezclaba con dosis de frustración e impotencia… La misma impotencia que siento ahora, aunque la pesadilla se ha movido al mundo del triatlón. Llego con tiempo, relajado y contento a la zona de control de material, en la entrada de boxes. Espero tranquilamente mi turno y cuando estoy delante del juez, ¡¡¡no puede ser!!! Me he dejado la bicicleta en casa.
El pasado fin de semana, coprotagonicé con mi hija Anna un episodio para añadir al currículum de sueños. Subimos a pie hasta el pavellón a la hora señalada, las 10:10. Pero no vimos a ningún compañero de equipo. Empecé a sentir una extraña sensación… se empezaba a mascar la tragedia… Bajamos a la zona de vestuarios y me encontré con su entrenador del año pasado. Me confirmó los malos augurios: ¡¡¡Anna no tenía partido!!!
Me quise fundir… Me informé en el grupo equivocado del maldito watsapp. Pero como eran niños de la misma edad que Anna pudo jugar con ellos sin problema -ya que se trataba de un triangular amistoso. Pasó el susto y salvamos la situación, aunque por primera vez sentí ese cóctel de angustia, vergüenza, frustración e impotencia…
¿Alguna vez se han materializado tus pesadillas? ¿O eres de los que no sueña?
photo credit: Javier Armas via photopin cc
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